jueves, 16 de junio de 2011

SOMBRAS, UMBRALES, CLAVES Y LLAVES

       Antes que nada, ¿Qué diferencia hay entre la palabra clave y la palabra llave? Las dos tienen exactamente la misma raíz del latín: clavis. En el español una llave es un instrumento físico, mientras que la clave es simbólica. La palabra clave está mas cerca de su raíz original y es algo que existe, en mayor grado, en el mundo de las ideas.
       A pesar de que umbral no tiene nada que ver etimológicamente con las sombras, uno puede llegar a darse cuenta de que existe, en la cercanía de un umbral, una zona envuelta en oscuridad. Probablemente es uno el que está envuelto en penumbras, tal vez lo desconocido yace detrás de una puerta, tal vez el mundo es claro y lo ensombrecemos cada vez que abrimos umbrales como un queso que se llena de agujeros.
        Pero la explicación anterior está impregnada con la ilusión de la dualidad y los opuestos. No basta con que por un lado existan claves y por el otro umbrales, no es verdad que por un lado sólo hay luz y por el otro oscuridad. Este esquema de pensamiento de un sólo eje ha sido calificado como miope y falso en recientes ocasiones y al parecer esta opinión es la que va ganando. Resulta interesante que muchos de los embates provengan de la cultura pop actual: películas como Donnie Darko, cómics como Watchmen y The Punisher y escritores y guionistas posmodernos –a falta de una mejor manera de llamarlos– como Grant Morrison han tratado este tema bajo distintas perspectivas y la conclusión invariablemente demuestra que es una visión limitada si se le compara con otras formas de pensamiento. Maniqueísmo; es la palabra que se utiliza para identificar esta manera de percibir y clasificar las cosas del mundo. La palabra misma tiene incluso connotaciones desfavorables.
       Otra situación curiosa es que, según Ferdinand de Saussure, la naturaleza básica de los nombres, o mejor dicho de los signos, es dual –concepto e imagen acústica o significado y significante–, pero recientemente leí un texto, muy fácil de digerir, de una mujer llamada María Cristina Mata, donde se menciona una estructura triple del signo: significado, significante y, además, agrega el elemento del referente, el cual es el objeto que existe en la realidad sin haberse convertido aún en concepto. Tiene sentido. Si se dividió el ámbito ideal del signo en dos conceptos diferenciados; significado y referente, entonces el significante, que existe en el plano material, podría dividirse también, tal vez hasta el infinito. A veces, cuando leo textos sobre el estudio de los signos hay algo que me insinúa que ni siquiera un mismo signo “dice” lo mismo dos veces porque intervienen elementos como la intención, el contexto, la inflexión de la voz, las perspectivas desde donde se percibe, etc. Variables irrepetibles crean interpretaciones irrepetibles e infinitas... Pero temas como estos ya los trató Borges en sus cuentos y por esa razón resultan trillados.
       Regreso al título de mi blog. Por un momento pensé que le había dado un nombre inadecuado y por ello titubeé. Si uno sufre una decepción cuando se percata de que le ha dado un nombre ineficaz a algo, ¿cuánta frustración sentirá el mundo –el mundo de los humanos– cuando todos comiencen a sospechar que los nombres que se le dieron a todas las cosas probablemente nunca fueron los adecuados y que fracasan en contener la esencia de lo que se nombra?
       Y aún así he leído textos –aglutinaciones de nombres– que de hecho serían literalmente llaves, si fuera posible traducirlos a través de los planos ideal y material; he leído textos que guardan, enterrados, bajo capas y capas de retórica y encrucijadas lógicas, conocimientos prohibidos, por alguna razón prohibidos; he leído textos que son como las certezas o incertidumbres que el autor se murmura a sí mismo para trazarse un mapa y localizarse en algún punto del universo. Las palabras, los nombres, tienen algún poder más allá de lo aparente y pueden generar los matices necesarios para reproducir la realidad con gran fidelidad e incluso llegar a transmutarla.

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